Esta pareja, con más de 45 años en convivencia, parece llevar la miseria clavada en los hombros. "No he probado ni una manzana; no cenamos nada el 24 y mucho menos el 31. Y así pasó la Navidad, como si no pasara", lamentó Juana, mientras le hervía unas zanahorias a su esposo, para acompañar el pedazo de pan y carne que les dejaron sobre la mesa otros mercaderes.
Ellos, él de 75 años y ella de 63, no estrenaron ropa nueva, ni siquiera la mercancía se les vendió. Y como si fueran pocas llagas, de sus siete hijos solo Altagracia de Jesús Bautista de 31 años, la menor de los hermanos, se acercó hasta su estancia para darles un abrazo.
Don
Luis carga con una úlcera crónica en su pierna derecha desde hace casi
dos años y una hipoglicemia que ya ni le preocupa. Doña Juana no padece
dolencias que le impidan trabajar, pero no puede distinguir a sus
clientes por una deficiencia visual.
Pero ese panorama
ahora se ha complicado: una hija y su esposo fallecieron recientemente
en un accidente y tuvieron que distribuir cual saco de papas a sus dos
nietos. La niña de 11 años está en casa de unos vecinos en Los
Guaricanos y el varón de 10 se quedó en casa de una tía.Juana Bautista contó que a la niña no le agrada quedarse en Los Guaricanos, pero que tampoco puede tenerla con ella porque las condiciones en que vive son infrahumanas y no quiere someter a su nieta a ese calvario.
Una hija le ofreció a Luis irse a vivir con ella, pero el viejo se rehúsa porque "cuando estuve allá el marido de mi hija duró una semana sin darle comida por mí. No quiero que nadie tenga problemas por mí, prefiero estar aquí en esta pocilga si es así", precisó.
La Noche Buena
Para el 24 de diciembre la venta en el mercado de Cristo Rey aumentó un poco, aunque en la mesa de Juana y Luis todavía quedan vegetales de ese día. Algunos mercaderes enviaron comida a la pareja, pero la dieta que debe llevar el enfermo le imposibilitó comerla.
Mientras Juana iba al colmado a comprar más velones, Luis, que descansaba bajo la mesa, intentó salir para tomar un poco de aire y sin querer tropezó con un velón que terminó cayendo en el pie derecho, justo en la parte donde tiene la úlcera crónica.
"Todos estos días han sido un infierno; ese pie, mire, estaba al rojo vivo y casi pudriéndose. Los chelitos que conseguimos tuvimos que gastarlo gastamos en la quemadura y todavía eso está feo", manifestó De Jesús.
La recomendación médica fue mantener un tratamiento y permitirle ventilación la pie, pero Luis dice que no puede tenerlo descubierto porque "si los clientes me ven eso ni pasan por aquí".
El Año Nuevo
Para el mediodía del 31 de diciembre las festividades en el mercado comenzaban a sentirse en las bocinas de los colmadones. El paso de clientes se redujo considerablemente, aunque en la casucha de Luis y Juana el panorama no había cambiado en nada.
De pronto, el enfermo comienza a sudar más de lo normal, se le acalambra el lado derecho del cuerpo y un dolor punzante empieza a molestarle. Está pálido y su esposa teme lo peor. Ante la imposibilidad de desplazarse hasta un centro de salud por la falta de dinero, Juana acostó a su esposo bajo la mesa y media hora después la calma regresó.
"Es que esta condición en que estamos me pone mal -confesó Luis- y ahora con esa quemada en el pie malo me siento peor, como sin fuerzas. Necesitamos que nos saquen de aquí; no sé cuánto tiempo aguante, no lo sé...".
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