TRIPOLI.- Durante casi 42 años en el poder en Libia, Moamar Gadafi fue uno de los dictadores más excéntricos del mundo, tan inestable que las potencias occidentales lo condenaban a la vez que trataban de ganarse sus favores, mientras ejercía un despotismo brutal sobre su propio pueblo, que acabó por derrocarlo.
Gadafi era un hombre de contrastes. Fue un patrocinador del terrorismo cuyo régimen fue culpado por dinamitar dos aviones de pasajeros, aunque luego ayudó a Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo. Fue un nacionalista árabe que se mofaba de los gobernantes árabes. Y como paradoja, predicó una utopía "revolucionaria" del poder popular pero era el epicentro de una dictadura personalista que alimentó la revolución en su contra.
Su muerte el jueves a los 69 años - confirmada por el primer ministro Mahmud Jibril - ocurrió cuando los insurgentes libios tomaron el últimos bastiones de Gadafi en su aldea natal de Sirte.
Su declaración final de victoria fue formulada semanas después de que fuera barrido del poder por los insurgentes que entraron triunfalmente en Trípoli el 21 de agosto, tras seis meses de guerra civil.
"¡Bailen, canten y luchen!" pidió Gadafi a sus seguidores incluso cuando el enemigo se encontraba en las afueras de la capital, antes de adentrarse en el interior de Libia, donde sus incondicionales continuaron batallando con los insurgentes.