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miércoles, 16 de marzo de 2011

Es como la tercera bomba atómica, pero esta vez lo hemos hecho nosotros

Las imágenes de ciudades arrasadas tras el terremoto y el tsunami que ha destrozado el este japonés han caído como un dardo envenenado en Hiroshima, reavivando el recuerdo de la peor tragedia del país, hace ahora 65 años, cuando entró en la historia como la primera ciudad destrozada por una bomba atómica, lanzada por EE.UU. a las 8.15 am del 6 de agosto de 1945.
Pero es el aspecto menos visual del desastre lo que más preocupa a los activistas de Hiroshima, que piden un cambio en el suministro de electricidad del país.
“Esto es como la tercera bomba atómica sobre Japón”, afirma Keijiro Matsushima, recordando el desastre de Hiroshima y Nagasaki. Este superviviente de 82 años apunta en la CNN: “La diferencia es que esta vez lo hemos hecho nosotros mismos”.

Japón tiene 54 plantas nucleares y un tercio de su electricidad está generada por energía nuclear. Cuando muchas de estas centrales se construyeron, fueron diseñadas para operar durante 30 años, pero como las compañías han encontrado una fuerte resistencia de la opinión pública a la construcción de nuevas plantas, las existentes funcionarán durante 40 o 50 años, señala Akira Tashiro, periodista especializado en los efectos de la radiación.

“Este podría ser un buen punto de inflexión”, dice Tashiro, que pide al Gobierno que aumente su inversión en energías renovables.

Matsushima está preocupado por la radiación a la que están expuestos los habitantes, pero no ve demasiadas alternativas. “Desgraciadamente este es un país pequeño y con poca energía. Me temo que es un daño necesario”.

Shoji Kihara, del Centro Ciudadano de Información Nuclear, cree que el gobierno japonés no está dando toda la información que debiera sobre cómo pueden afectar las centrales a la salud.

“Los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki llevan toda su vida preocupándose por su salid, y esta gente tendrá que hacer lo mismo”, comenta Kihara, cuyos padres son supervivientes de la bomba atómica. “Quizá Japón no pueda vivir sin centrales en el futuro, pero las compañías lo tendrán más difícil para levantar nuevas plantas”, concluye.

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